Marc 21

001 5085
003 BAGR-A
005 18042018155437
006 $m 18042018155437
020 9978041222
082 303.498
090 A282u 1996
100 Agüero, Oscar y Cerutti Guldberg, Horacio
$q Oscar Agüero y Horacio Cerutti Guldberg
245 Utopía y nuestra América
$b Incluye portada
260 Quito : Abya-Yala; 1996.
$a Quito
$b Abya-Yala
$c 1996
300 427 p. 21 cm.
$a 427 p.
$c 21 cm
490 Biblioteca Abya-Yala
500 Incluye contenido
500 $3 1
520 Los tres tópicos que nos reúnen están intrínsecamente articulados entre sí. Si nos viéramos obligados a resumirlo en una frase concisa, diríamos: sin memoria no habría propuestas utópicas de justicia. Y esa sola frase –la cual podría ser modificada en varias facetas- se convierte en un dolor de cabeza, porque todo depende, como siempre, de lo que entendamos por cada uno de los términos implicados. La memoria no es sólo memoria individual, sino ineludiblemente también colectiva y nos excede ampliamente en el tiempo. Sólo aprehendiendo, atrapando, esta dimensión podremos eludir la fantasía peligrosísima de una presuntuosa originalidad genésica. No hay tal. Aunque siempre, también, hay dosis de novedad inédita. La memoria de lo padecido reclama justicia. Y justicia no es sólo castigo a culpables, sino aportes que permiten restañar y/o reconstruir lo ya perdido. Esta es una de las grandes enseñanzas de nuestros pueblos originarios, aunque muy poco atendida. En realidad, la reparación exige, para ser tal, mucho más que ansias de retorno o recuperación. Es construcción de lo nuevo, que nunca lo es total y absolutamente. Y aquí entra la utopía, la que estamos entendiendo, muy lejos de una visión paradisíaca y ficticia, como una exigencia de resolución alternativa y de construcción propositiva de una realidad que aparece a primera vista como insuperable e inmodificable. Difícil de modificar, sí. Inmodificable, sólo si nos resignamos y nos dedicamos riesgosamente a un ingenuo carpe diem. La utopía nos impulsa a probar, a arriesgar la construcción de inéditos intentándolo. Dicho lo cual, aparece más claro que resulta indispensable articular dimensiones epistemológicas e históricas para quedar en condiciones de aprovechar conocimientos generados en nuestro propio discurrir histórico. Incluso, los tópicos mencionados aluden claramente a dimensiones tempo-espaciales. Los dóndes se van esclareciendo poco a poco. Los cuándos aparecen claramente relacionados con los tres tópicos, articulando las tres instancias de la temporalidad: pasado-memoria, futuro-justicia, presente-utopía. Es siempre desde el presente que se reconstruye historiográficamente el pasado y se trabaja en la construcción de un futuro auténticamente alternativo. Porque sólo hay presente, aunque –digámoslo así- dispongamos de pasados y futuros para reconstruirlos y proyectarlos respectivamente. Tratemos de explicitar ese presente utópico o utopizador para poder exponernos o exteriorizarnos de mejor manera. La noción de utopía está unida en su propia gestación a lo que significó la aparición o la visualización –tergiversada, por supuesto- de lo que se identificó como América más allá de sus fronteras geográficas y simbólicas. Vamos por partes. ¿Acaso lo que se denominó América no existía y plenamente antes de eso? Evidentemente sí. Pero no fue nada evidente en aquellos momentos para quienes llegaban en plan de dominio. Lo que ‘descubrieron’ apareció como raro, sugerente, desafiante, poco o nada confiable, insólito, novedoso, original y, al mismo tiempo, repodrido, deleznable, rechazable. Les interesaba asimilarlo, extraerlo, ordeñarlo, desangrarlo y lo hicieron hasta donde les alcanzó la fuerza, porque la resistencia fue generalizada y constante. ¡No ha cejado! De lo que no se percataron tan sencillamente, fue de todo lo aportado por ‘estos extraños que aparecieron’ para ellos, porque de extraños no tenían nada para sí mismos.
521 Cualquier público
546 Español
650 NACIONALISMO; CAMBIO SOCIAL; UTOPIA; AMERICA LATINA; MODERNIDAD; TEOLOGIA
850 Biblioteca Anibal Guzmán Rojas