Marc 21

001 5811
003 BAGR-A
005 26072018185324
006 $m 26072018185324
082 327.1
090 S411p 1960
100 Schwarzenberger, Georg
$q Georg Schwarzenberger
245 La política del poder
$b Incluye portada
260 México : Fondo de Cultura Económica; 1960.
$a México
$b Fondo de Cultura Económica
$c 1960
300 809 p. 24 cm.
$a 809 p.
$c 24 cm
500 Incluye índice general: 805-809 pp.
500 $3 1
520 En 1910, un adversario político de Lenin dijo de él que no se podía tratar con un hombre que "está con la revolución las veinticuatro horas del día, que no tiene en la cabeza más que ideas sobre la revolución y que ni siquiera cuando duerme sueña con otra cosa que con la revolución". Años después, Nikita Jruschov declaró ante un vitoreante público de miembros del Partido Comunista que "un bolchevique es una persona que se siente bolchevique incluso cuando duerme". Tomo las dos citas de un libro aterradoramente hilarante: Koba el temible, de Martin Amis. Amis sostiene que los bolcheviques eran fanáticos que aspiraban a que la política estuviese en todas partes y en todo momento, a que fuese un elemento omnímodo y omnipresente en la vida cotidiana de los ciudadanos; en suma: aspiraban a la politización del sueño. Lenin no satisfizo del todo esa aspiración; Jruschov tampoco. Quien sí lo hizo fue Koba el Temible, o sea, Stalin. Resultado: la conversión de los ciudadanos en súbditos, uno de los regímenes políticos más bárbaros de la historia y 20 millones de muertos. Desde hace tiempo, uno tiene la impresión de que aquí también están tratando de politizar nuestro sueño. Nos despertamos y ponemos la radio: política; vamos a comer y abrimos el periódico: política; mientras cenamos miramos de reojo la televisión: política. Política avasalladora, omnipresente y omnímoda. La cantidad de horas que los medios de comunicación españoles dedican a la política es fabulosa. Los políticos, por supuesto, están contentísimos: ahí les tienen, todo el día en el candelero, exhibiéndose a tiempo completo como reinas de la belleza o estrellas mediáticas, cuando en realidad deberían comportarse como discretas asistentas, esas eficacísimas señoras que nos limpian la casa para que nosotros podamos dedicarnos a las cosas serias de la vida: a follar, a jugar con los niños, a leer, a ir al cine. Pero nuestros políticos no se conforman con hacer política incluso cuando duermen; quieren que la hagamos también nosotros: quieren politizar nuestro sueño. Quien no accede a ello, quien se niega a alinearse con unos o con otros, quien ingenuamente quiere mantener su independencia, es acusado sin falta de frívolo, de ambiguo, de irresponsable, de cobarde o de las cuatro cosas a la vez. El resultado es que nuestra clase política propende peligrosamente al fanatismo; de esta propensión se derivan sus dos defectos más aparatosos: la intolerancia y el sectarismo. Intolerancia: si alguien discrepa de mí, no lo hace porque piense que mis ideas son un error, sino porque es un cabrón, y su discrepancia, una forma velada de agredirme. Sectarismo: si el partido rival hace una cosa, hay que declarar que está mal hecha, aunque uno sepa que está bien hecha; si mi partido hace lo contrario, hay que declarar que está bien hecho, aunque uno sepa que está mal hecho.
521 Cualquier público
546 Español
650 POLITICA INTERNACIONAL; DERECHO INTERNO; FINANZAS INTERNACIONALES; RELACIONES INTERNAS
850 Biblioteca Anibal Guzmán Rojas